Antes de empezar a trabajar sobre la plancha y en especial antes de aplicar cualquier barniz o resina sobre ella, es preciso limpiarla escrupulosamente a fin de eliminar cualquier rastro de grasa (incluso las huellas de las manos dejan grasa)de su superficie, las cuales ocasionarán que los recubrimientos posteriores se levanten durante la inmersión en el ácido.
La forma tradicional de llevar a cabo este proceso, es lavar la plancha cuidadosamente con un trapo limpio que no suelte partículas de fibra y una pasta elaborada con blanco de España (un carbonato cálcico) y amoníaco diluído al 50% en agua.
Se frota con esta pasta por toda la superficie haciendo especial hincapié en los bordes y las esquinas que generalmente tendemos a pasar por alto.
Posteriormente se aclara la plancha con agua, proceso que además permite comprobar si el metal está realmente limpio de grasa, pues el agua vertirá sobre la plancha formando una película continua. En caso de formar meandros sueltos, es señal de que la plancha aun tiene grasa y debe limpiarse de nuevo.
Esta misma pasta puede prepararse también con vinagre en vez de con amoniaco, o con esencia de trementina. El alcohol etílico y el petróleo también actúan bien en ausencia de blanco de España.
Una vez desengrasada se puede secar con papel secante, aunque suele ser más efectivo hacerlo con ayuda de un calentador (un secador de pelo por ejemplo).
Una vez limpia y seca es imprescindible tener mucho cuidado al manipularla a fin de no volverla a engrasar de nuevo.
El siguiente vídeo ilustra el proceso de desengrasado de una plancha:
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